miércoles, 28 de julio de 2010

- No tengas miedo - le susurré -. Somos como una sola persona.
De pronto me abrumó la realidad de mis palabras. Ese momento fue perfecto, tan aunténtico. N
o dejaba lugar a dudas.
Me rodeó con los brazos, me estrechó contra él y hasta la última de mis terminaciones nerviosas cobró vida propia.
- Para siempre - convino él y después nos
sumergimos suavemente en el agua profunda...